Seguramente, amables lectores, recuerdan que a mediados del siglo pasado se puso de moda un hermoso vals interpretado magistralmente por los Troveros Criollos “Parlamanías”, que aún se escucha con cierta nostalgia y mucha preocupación, y cuyo mensaje cobra mayor vigencia en estos tiempos dada su directa relación con el funcionar del poder legislativo y que ahora alcanza a la política en general, pues se viene repitiendo esta psicopatología, bastante compleja, con repercusiones en lo político, económico, cultural, y sobre todo moral de nuestra sociedad.
Desde el punto de vista lingüístico podríamos decir que se trata de un modernismo, o quien sabe hasta de un barbarismo, a la podermanía, que se le podría entender como la idea obsesiva, la afición o ambición exagerada o el gusto excesivo hacia el acceso al poder en los diversos niveles de gobierno, pero con fines protervos.
El poder, como categoría epistemológica inherente a la ciencia política y a la sociología, se lo entiende como la posibilidad y capacidad de tomar decisiones que van en beneficio de los ciudadanos; por eso es la ciencia del bien hacer, del bien común o del bienestar de la población. Esta es la filosofía de la ciencia política o ciencia del poder, y por ende del gobierno desde donde se la aplica; por eso ha sido y es preocupación de filósofos, a partir de los griegos, quienes la consideraron como una necesidad, posibilidad y obligación de generar el bienestar de las colectividades humanas dentro de su respectivo ámbito de acción, para posibilitar una sana y saludable supervivencia y convivencia humana.
¿Pero, porque el afán por el poder?
Decíamos líneas arriba que este fenómeno tiene implicancias económicas, sin duda un factor de gran importancia para el desarrollo de los pueblos; pero ahora, qué duda cabe, el poder se ha vuelto muy apetecible dado los jugosos beneficios que ofrece, como son los cargos bien remunerados, sobornos en los contratos diversos, sobreprecios de las obras, compras amañadas, coimas por doquier, obras mal hechas, inconclusas o inexistentes, trabajadores fantasmas, viáticos y pagos extras, y un largo etc.
Nos genera consternación e indignación cuando se hace un paralelo con las autoridades de antes, realmente eran personas notables, pues no tenían sueldo solo dietas, rentas ni presupuestos con los cuales hacer obras, menos aun canon por diversos motivos y tantos otros ingresos del que ahora disfrutan y que por eso se hacen más apetecibles dichos cargos.
Es también atractivo porque para acceder a dichos cargos solo se necesita un mínimo de conocimientos, nada de experiencia y escasas habilidades para gestionar diversas obras que satisfagan necesidades reales de la población a la que deben servir, pero con tan escasa empatía para liderar o para mantener el equilibrio emocional de la población, etc.
Lo que más indigna es la pésima moral con la que actúan. ¿No es, acaso, preocupante que tantas autoridades regionales estén presas o procesadas por corrupción? y eso porque solo están procesados los gobernadores; o, no debe ser también preocupante que tantos candidatos postulen a cargos políticos aun estando procesados judicialmente, ¿no es cómo poner el gato en el despensero? Y lo peor aún ¿no es preocupante que tantos casos de corrupción queden impunes? Esta es la triste realidad de nuestra patria, un triste homenaje a nuestro bicentenario.
Como acceden ahora al poder
Pese al actual descrédito y gracias a la desaparición de los otrora partidos políticos de nuestro país, la ambición desmedida y en aumento, el acceso al poder se ha facilitado y generalizado tanto, que ahora es posible que cualquier ciudadano, con tal que sepa votar, es decir que tenga solo DNI, sin méritos ni valores que demostrar, se lanza al ruedo en una lucha sin cuartel, para luego disfrutar del maná político al convertirse en autoridades petulantes, soberbios, creídos, autoritarios, cínicos, todopoderosos, mesiánicos y carentes de humildad. Será por eso que antaño los griegos decían que los dioses ciegan a quienes quieren el poder.
Hambrientos de poder aparecen muchos candidatos, que parafraseando a un político regional diríamos candidatos como cancha, nuevos y reincidentes, para lo cual apelan a una serie de estrategias, algunas vedadas y otras consentidas, como es el caso de los flagrantes votos golondrinos, o la manera más indigna de la compra votos, convirtiendo a los ciudadanos en mendigos y para lo cual muchos no dudan en endeudarse con el convencimiento que una vez en el poder saldarán dichas deudas, o tener que cumplir con compensar a sus “benefactores “ mediante obras, contratos, prebendas, trabajo, etc. otros que deambulan regalando por doquier una serie de artículos, que si bien pueden ser útiles para algunos denigran la dignidad de las personas y la limpieza del sistema democrático, etc. conductas todas ellas dolosas que lamentablemente seguirán vigentes si es que a no se toman medidas radicales, pese a quien le pese.
Como estos problemas ya se han convertido en crónicos y la solución –lamentablemente- está en manos de los propios interesados nos genera muchas dudas de la posibilidad de que se adopten las medidas correctivas necesarias.
Como mitigar esta patología.
Solo para no quedar en la mera denuncia y a manera de ejercicio mental nos proponemos algunos posibles antídotos:
Desde la perspectiva legal, hace falta una nueva legislación que disponga mayores requisitos para postular, mayores porcentajes en la votación para declarar ganadores, que los candidatos ganadores provengan de organizaciones sólidas y con un buen tiempo de funcionamiento, una mayor exigencia y fiscalización en la formulación y ejecución de los planes de gobierno, entre otros.
Hace mucha falta una mayor cultura política de la población, sin la cual resulta muy difícil lograr un voto consciente y bien informado, se necesita un mayor nivel de participación, no solo antes sino después del proceso eleccionario, para asumir compromisos serios de control social de sus autoridades.
Que duda cabe, al poder judicial le corresponde también una obligación prioritaria para evitar impunidades de actos dolosos de autoridades so pretexto de argucias legales, se requiere no más sino mejor justicia previa limpieza del podrido sistema judicial.
Desde la perspectiva social, creo que el protagonismo del movimiento juvenil sería una buena alternativa para remover la conciencia ciudadana, sobre todo la de los mayores convenidos y adormecidos en su confort, siempre y cuando el calor del entusiasmo no se deje apagar y sea bien canalizado; caso contrario solo el abstencionismo electoral podría constituirse en otra alternativa ante tanta improvisación, mediocridad y corruptela política.
OAO: 08 -24